jueves, 23 de diciembre de 2010


Cuando estaba en octavo tuvimos que leer Romeo y Julieta en clase, luego, para subir nota, la profesora nos hizo actuar cada escena. El chico más popular era Romeo y ¿cómo no? El destino decidió que yo fuese Julieta. El resto de las chicas de clase me tenian celos pero, yo me sentía diferente, le dije a la profesora que Julieta era idiota, para empezar, se enamora del único tío que sabe que no podrá alcanzar y luego culpa al destino por su propia mala elección, la profesora me explicó que cuando aparece el amor, hay veces que el elegir simplemente desaparece por la ventana.
A los 13 años, yo lo tenía muy claro, el amor, como la vida, se basa en tomar decisiones y el destino no tenía nada que ver en ello, todo el mundo cree que es tan romántico... Romeo y Julieta, amor verdadero... que triste. Si Julieta era lo suficientemente tonta como para enamorarse del enemigo, beberse una botella de veneno y dormirse en un panteón... Se merecía lo que le ocurriera.
Igual Romeo y Julieta estaban destinados a estar juntos, pero solo durante un tiempo y ya pasó. Si hubiesen sabido eso de antemano quizá todo habría ido bien. Le dije a la profesora que cuando creciera tomaría el destino con mis propias manos, no dejaría que un tío me deprimiera, mi profesora me contestó que tendría suerte si alguna vez sintiera ese tipo de pasión con alguien, y que si así era, estaríamos juntos para siempre. Todavía creo que, la mayoría del tiempo, el amor sí funciona con elecciones, se trata de dejar el veneno en la botella y crear tu propio final feliz, la mayoría de las veces. Pero a veces, incluso con las mejores elecciones y las mejores intenciones, el destino sigue ganando
Greysanatomy

No hay comentarios: